La caza de brujas es un fenómeno histórico que se desencadenó en Europa y América entre los siglos XV y XVIII, llevando a la muerte a un gran número de personas acusadas de brujería. Este fenómeno, que también tuvo lugar en Salem, Massachusetts, es solo una pieza más del amplio contexto de la caza de brujas en la época moderna.
¿Qué es la caza de brujas?
La caza de brujas fue una psicosis que se extendió por Europa y parte de América, donde se acusaba a personas de brujería y se les sometía a juicios y torturas. Según los registros históricos, principalmente mujeres, fueron sentenciadas a muerte por brujería. Las zonas más afectadas por este fenómeno fueron Europa protestante, como el Sacro Imperio Romano-Germánico y la Confederación Helvética.
En contraste, los países católicos, como España, Italia y Portugal, tuvieron un número mucho menor de ejecuciones. La Inquisición católica trató el tema de la brujería con más templanza, aunque no negaba su existencia. Esto ha llevado a los historiadores a buscar las causas de la espectacular caza de brujas en la época moderna y por qué se circunscribió principalmente a la zona protestante de Europa.
Posibles causas de la caza de brujas
Existen varias teorías sobre las causas de la caza de brujas. Una de ellas es que este fenómeno surge en periodos de crisis y dificultades, como malas cosechas, conflictos políticos, hambruna, enfermedades y guerras. La población, cansada y asustada, buscaba encontrar un chivo expiatorio para sus problemas y encontró en la brujería una explicación.
Otra posible causa es la misoginia de la época. Las mujeres, especialmente las viudas sin recursos económicos, eran consideradas más susceptibles de ser tentadas por el diablo y de practicar la brujería. La rigidez sexual de la Reforma protestante también contribuyó a estigmatizar a las mujeres que se alejaban del camino marcado por la sociedad.
Además, la mujer era vista como la depositaria de los conocimientos médicos tradicionales y eso las convertía en sospechosas de practicar la magia negra. La gente asociaba la capacidad de curar con la capacidad de hacer daño, lo que alimentaba las acusaciones de brujería.
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Acusar a una persona de brujería implicaba acusarla de entregarse sexualmente al diablo y de pactar con él para destruir el cristianismo. Se creía que las brujas y brujos practicaban la magia negra para dañar a las personas y provocar calamidades, como cambios climáticos para arruinar las cosechas o provocar la esterilidad y la impotencia.
Las brujas supuestamente se reunían en ceremonias nocturnas llamadas sabbat, donde se practicaban orgías con seres demoníacos y se devoraban niños. Estas creencias estaban respaldadas por escritos como el Malleus Maleficarum, que describía en detalle las características de las brujas y brujos.
Las últimas brujas
Aunque la caza de brujas alcanzó su punto máximo en los siglos XVI y XVII, continuó hasta el siglo XVIII. Sin embargo, incluso en los periodos más oscuros de la persecución, hubo voces que se alzaron en contra de esta práctica. Pastores protestantes como Anton Praetorius y Johann Matthäus Meyfart se opusieron a la tortura y persecución de las supuestas brujas.
En el siglo XVIII, los procesos por brujería disminuyeron considerablemente, aunque no desaparecieron por completo. Según registros históricos, la última persona ejecutada por brujería murió en 1793 en el Gran Ducado de Posen.
La caza de brujas fue un fenómeno histórico que aterrorizó a Europa y América durante varios siglos. Fue producto de una histeria colectiva motivada por crisis y temores sociales, y afectó principalmente a las mujeres. Aunque la creencia en la brujería ha disminuido con el tiempo, este oscuro capítulo de la historia nos recuerda la importancia de no dejarnos llevar por el miedo y la intolerancia.
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